26.11.06

CON SU PERMISO, AMIGO LECTOR

Luego de los acontecimientos de público conocimiento a raíz de las expresiones vertidas por el Cura Juan Carlos Chiarinoti, me cabe y si me permite amigo lector, una humildísima y personal reflexión.
Por un lado, repudiar pacífica y enérgicamente los lamentables dichos por Chiarinoti. No creo que exista una sola persona en nuestro pueblo que no esté de acuerdo con que el Cura a cargo del responso actuó de manera irrespetuosa, desconsiderada e insolente para quienes buscaban según sus creencias la bendición de la Iglesia y el apoyo necesario para fortalecer la Fe en una situación tan delicada como lo es la muerte de un ser querido.
Más desequilibrada la acción aún, cuando quien hablaba desconocía las bondades personales de María José, e ignoraba que su apellido en nuestra ciudad es sinónimo de “buena gente”.
Peor todavía, cuando se está acusando a una persona que no tendrá la posibilidad de réplica.
Hasta ahí de acuerdo con todo.
Ahora bien.
Creo que cabía un acto de repudio a todo lo reprobable, ya que seríamos despreciables y tibios quienes pensáramos lo contrario y nos quedáramos de brazos cruzados.
Lo que también creo y estoy convencido, es que hubo “agitadores” que jamás he visto en la Iglesia y que incentivaron las corridas hacia adentro del templo.
Y es ahí cuando me pregunto hasta que punto llega la miseria del hombre, que utiliza bajamente la muerte penosa de un ser querido de nuestra comunidad para pasar facturas por viejos rencores.
Me pregunto también si estas personas no son tan repudiables o más que el propio Chiarinoti.
La movilización que tenía como válida intención manifestar el descontento por las expresiones vertidas por Chiarinoti y a su vez elevar una plegaria por el alma de María José, se vio desprestigiada por los inadaptados de turno y por aquellos que quisieron sacar algún tipo de rédito de todo esto.
Estoy seguro y convencido de que los familiares directos de María José que se encontraban manifestando su dolor por lo ocurrido, lo último que hubieran querido es incitar a cualquier acto rayano en lo violento. Pero por lo que allí alcance a ver, algunos desubicados de actitudes cobardes escudados en el anonimato de la multitud no pensaban lo mismo, haciendo señas para entrar en el Templo de manera violenta, lugar sagrado para los creyentes en Dios, en la vida y en la paz
Puedo equivocarme en mis apreciaciones. Es más, ojalá esté errándole de medio a medio.
Porque de no ser así, de que vale el repudio a lo que está mal, con acciones peores?
Insisto…Es mi humildísima apreciación de lo sucedido.
Espero fervientemente que los familiares de María José, y sobre todo sus hijos y Saúl, encuentren la forma de salir adelante aferrándose a la Fe.
Es realmente mi deseo.







Javier Lizarralde

albertimultimedios@yahoo.com.ar

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