5.9.12


Buenos Aires, Argentina

Septiembre de 2012

Encuesta Nacional

Informe de situación político-social de la República Argentina

La incógnita: ¿es la reelección un objetivo real?
Sergio Berensztein – Director de Poliarquía Consultores
Es la gran incógnita: ¿quiere realmente la Presidenta reformar la Constitución para poder competir por un nuevo mandato? Dos de cada tres argentinos se oponen a esta iniciativa, de acuerdo con el sondeo de opinión pública realizado por Poliarquía Consultores en exclusiva para LA NACION. Se trata de una diferencia clara y muy significativa, que cruza a todos los segmentos de la sociedad. Más aún, el 40% de quienes aprueban la gestión presidencial (un 51% del total de la población) se oponen a la idea de reformar la Constitución.
Además, desde que se instaló este tema en los medios, el número de argentinos que se opone a la reforma en realidad aumentó: en los últimos ocho meses, el rechazo subió del 60 al 66% de la población. Tampoco hay mucho margen para la esperanza: sólo una porción ínfima de los entrevistados carecen de una opinión formada al respecto. Los obstáculos del kirchnerismo para eternizarse en el poder parecen mayores a lo que muchos esperaban.
¿Podrá el oficialismo desplegar estrategias comunicativas persuasivas y eficaces para modificar el actual equilibrio en el que predomina este consenso antirreformista? Dos antecedentes recientes producen serias dudas sobre la capacidad efectiva del Gobierno para influir en la opinión pública. En efecto, luego de la fallida Cumbre de Cartagena
en abril pasado, se dio por terminado el intento de "remalvinizar" el entorno político local. Algo parecido ocurrió con la parcial expropiación de las acciones de YPF en manos de Repsol.
Si dos cuestiones con tanto arraigo y entidad simbólica como el petróleo y la soberanía de las islas Malvinas fueron insuficientes para modificar el humor social, ¿pasará lo contrario con un tema tan "noventista" y desacreditado como una reforma constitucional para habilitar la re-reelección? ¿Podrían acaso cambiar considerablemente las actuales tendencias si la Presidenta renunciase expresamente a permanecer en el cargo para impulsar en cambio un debate sobre otras cuestiones doctrinarias?
Estos datos generan también interrogantes sobre la posibilidad de que legisladores pertenecientes a las fuerzas de oposición, que han acompañado en varias oportunidades iniciativas clave del oficialismo, apoyen el intento reformista. Recordemos que la Constitución requiere una mayoría calificada de dos tercios de los miembros de ambas cámaras del Congreso para sancionar la necesidad de la reforma, y luego se debe convocar a una elección de constituyentes. ¿Se arriesgarían a perder aún más identidad, así como la oportunidad para diferenciarse y ganar visibilidad, en un tema que es rechazado por una mayoría tan terminante?
Teniendo en cuenta este diagnóstico, puede especularse con el hecho de que tal vez la prioridad de la Presidenta no sea conseguir en efecto su reelección, sino por el contrario mantener el control de la agenda política. Si ése fuera el caso, el objetivo ha sido, al menos hasta ahora, exitosamente logrado: hace semanas que se debate intensamente este tema, y no solamente en los círculos más informados o en los
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medios de comunicación. El espacio que ocupa dicho debate y las pasiones que despierta han venido desplazando otras cuestiones que constituyen las prioridades más importantes de la ciudadanía.
Así, un tercio de la población está aterrorizada por la inseguridad, a la que identifica con el principal problema personal y del país. ¿Qué logros concretos puede mostrar el kirchnerismo en esta área tan prioritaria luego de más de nueve años en el ejercicio del poder?
Otro tercio de los argentinos considera que los principales problemas son de orden económico: la preocupación por el desempleo, la inflación y los bajos salarios aumentó significativamente en el contexto de la desaceleración que ha venido experimentando la economía desde el último trimestre del año pasado. Lo que antes era uno de los pilares centrales de la popularidad presidencial se ha venido convirtiendo gradualmente en una fuente de incertidumbre y pesimismo.
En este contexto, otras cuestiones (como el escándalo Boudou-Ciccone, las crecientemente visibles deficiencias de los servicios e infraestructura pública y las polémicas por los intentos de La Cámpora en adoctrinar niños y en cooptar presos y barrabravas) contribuyeron también para generar una mezcla de incredulidad y sorpresa en amplios sectores sociales, muchos de los cuales habían apoyado al oficialismo en las elecciones presidenciales de octubre pasado.
Si el debate sobre la re-reelección constituye solamente un dique comunicacional ante este profundo cambio de expectativas, ¿cuánto tiempo podrá aguantar? ¿Qué otra estrategia podría estar considerando el oficialismo si la actual perdiera eficacia con el tiempo?
El principal riesgo de sobrevalorar los aspectos discursivos de la política (el famoso relato) consiste en suponer que el conjunto de la opinión pública comparte la misma sensibilidad y las mismas obsesiones.
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Un país más pesimista
Alejandro Catterberg – Director de Poliarquía Consultores
El humor social se ha deteriorado fuertemente en lo que va del año. El último enero fue el punto final de un ciclo de expectativas ascendentes que se había iniciado hacia fines de 2009 y que incluyó la fuerte recuperación económica de 2010, los festejos del Bicentenario, la promoción de políticas sociales expansivas y la rotunda victoria de la Presidenta en agosto y octubre de 2011. Pero, como muestra el Índice de Optimismo Ciudadano que elabora Poliarquía, en los últimos ocho meses las expectativas no han parado de caer y hoy son más los argentinos descreídos y desanimados que quienes evalúan la marcha actual y futura del país con buenos ojos.
El freno casi recesivo de la economía, la falta de algunos bienes por las trabas a las importaciones, el cepo al dólar, la tragedia de Once, el caso Ciccone, las disputas con el gobierno de la ciudad, de la provincia de Buenos Aires y de Córdoba, entre otros factores, hicieron que la aprobación presidencial cayera todos los meses de 2012 con la excepción de los 30 días posteriores a la nacionalización de YPF.
En este tiempo, el vicepresidente Boudou se transformó en uno de los políticos de peor imagen del país y reinstaló la preocupación de la población por la corrupción, cuestión que la sociedad no relacionaba especialmente con el kirchnerismo. Además, ha aumentado fuertemente este año la preocupación por la inseguridad, el aumento de la pobreza, el temor a la pérdida del empleo y las expectativas inflacionarias. La aprobación de la gestión económica del Gobierno pasó de ser ampliamente positiva a negativa. Bajó la capacidad de consumo y aumentaron las familias que dicen que no pueden ahorrar.
¿Hay buenas noticias para el Gobierno? Sí. Lo primero es que, a pesar de lo descrito, la aprobación de la gestión de Cristina Kirchner es del 51%. Un número que muchos líderes mundiales envidiarían tener en momentos de incertidumbre como éstos. Es lejano al más del 70% que CFK gozaba tras su reelección, pero muy superior a los menos de 30 puntos que tuvo después del conflicto con el campo.
Segundo, durante el período 2008/9, el descenso de la popularidad presidencial coincidió con la aparición de opositores que generaron muy elevados niveles de imagen como Julio Cobos, Francisco de Narváez, Gabriela Michetti o Ricardo Alfonsín. En el proceso actual de deterioro no han surgido políticos que canalicen el descontento y, de los dirigentes nacionales, sólo Daniel Scioli cuenta con mayor imagen positiva que la Presidenta. Entre los opositores, Mauricio Macri cuenta con valores similares a los de Cristina Kirchner y Hermes Binner está un paso por detrás.
Tercero, la Presidenta cuenta con una serie de atributos de gestión y personales muy arraigados en la sociedad. Se destaca las menciones hacia su política previsional y también la recuperación de YPF, la creación de empleo y las políticas sociales. Dentro del plano personal, se le reconoce fuerza y coraje, liderazgo, inteligencia, capacidad oradora y belleza.
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El panorama político que se avecina en la Argentina resulta sumamente complejo. La Presidenta es la figura central, genera amores y odios y marca la agenda política. Pero la sociedad rechaza la posibilidad de habilitar una nueva reelección. El kirchnerismo no confía en Scioli y carece de otras figuras instaladas y de aceptación nacional. La oposición sigue fragmentada y sin consensos que la articulen más allá de su rechazo a una reforma constitucional. El sindicalismo y el peronismo se dividen y se alejan del Gobierno. Las encuestas muestran un descontento creciente de la sociedad con la clase política. La economía sigue atravesando serias dificultades, mientras la acumulación de restricciones y desconfianza son difíciles de retraer. Por suerte, Dios es argentino y la soja se vende a 650 dólares