Cuando un gobernante empieza a usar los aprietes para lograr adhesiones o para acallar la oposición, inicia un camino sin retorno que cada vez más lo llevará a tomar medidas arbitrarias, despóticas e irracionales. Sean estas las prohibiciones de asistir a misa a los policías que pretendió el gobernador Rovira de Misiones o la hipotética sugerencia de que saquen a una enfermera de algún hospital, significan que el que detenta el poder cree que cualquier crítica es un atentado y que cualquier control un ataque a la gestión y como todo lo puede, acciona para terminarlo.
Error, grave error, un gobernante democrático, ante todo sabe que es falible, sabe que a veces se equivoca y también sabe que a veces se equivocan los que lo rodean y que para eso nada mejor que quienes lo controlan, la oposición, para marcar esos errores, pero también para justificarle ante propios y extraños los retoques de rumbos, aunque le signifiquen algún amigo enojado.
Error si cree que gobernar es cruzar por sobre la dignidad de las personas y craso error si creen que ese tipo de abusos pueden durar mucho tiempo. Misiones es un ejemplo de que la gente termina poniendo límites a las arbitrariedades, aún con gobernantes como Rovira que mostraban una gestión de gobierno de muchas obras
Carpincho
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