Lic. María Celina Ottonello *
¿Qué pasa cuándo las relaciones se vuelven cada vez más virtuales?
¿Que pasa cuándo los saludos, las charlas, y hasta los amores pasan por Internet?
¿Dónde ponemos el cuerpo, en estos días de virtualidad?
No hay respuestas fáciles a estas preguntas, aunque es necesario formularlas.
Mi intención no es cuestionar al uso de Internet como modo de relacionarse sino el hecho de quedarse atrapados allí y no poner en juego el cuerpo, la mirada y la voz.
En la cultura de la imagen, la computadora hace que nos resguardemos de tener que exponernos frente a la mirada del otro, frente a sus juicios. Hoy los medios de comunicación muestran los cuerpos como un ideal de belleza a alcanzar y cuando esto se torna inalcanzable deviene en frustración, por lo tanto ocultar el cuerpo, dejarlo a un lado, hace que las relaciones mediadas sean una suerte de refugio.
Y es un refugio en varios sentidos: como ser un lugar bastante seguro frente a la vida real, tangible, corporal, angustiosa, incierta, carnal. Guarda dentro de sí, ese aspecto de escondite en el sentido de ponerse a salvo de, en este caso: la vida misma y la corporalidad de ella (que es fuente constante de sufrimiento y frustraciones).
El intercambio pasa a ser textual, los cuerpos a distancia sólo se comunican y dejan saber al otro lo que desean en un encuentro con ese otro "a solas". En esa soledad acompañada, el sida, los ataques, las decepciones y disfunciones sexuales quedan en un comienzo por fuera de órbita de estas relaciones mediatizadas por la máquina. Se corre menos riego. Es una relación prevenida. Hoy en día se considera excesivo el precio a pagar en las relaciones cara a cara.
Permite una exposición y compromiso menor de las emociones, aminora el miedo al rechazo, el no estar a la altura de las expectativas del otro en esta cultura regida por lo visual. Y defenderse, contra la el hecho de poder ser descartado fácilmente.
En estas relaciones virtuales encontramos el aspecto del compromiso, no así el de la exposición. A través de la Red suele haber manifestaciones muy intensas, de fuerte compromiso emocional a pesar de la ausencia de contacto físico. Justamente este último aspecto es el ausente: la carnalidad, no las emociones, ni la expresión de las mismas.
El encuentro se descorporiza, la mirada deja de formar parte del juego y es la textualidad la que pasa a ocupar el primer plano.
Al realizar un acto, no hay garantías, con respecto al resultado, por lo tanto actuar implica correr riesgo, pero este es un actuar a medias…mediatizado.
Por ejemplo: un filteo por Chat no es una infidelidad consumada aunque se pongan en juego fantasías y emociones…el cuerpo no esta allí, no realiza el acto.
Y estas situaciones desculpabilizan, descomprometen, desinhiben, y por qué no, a veces… des-esperan.
El encuentro que había sido mediatizado en estos años por las vidrieras, el consumo, pasa a ser mediado ahora por la máquina, la computadora.
El encierro en nuestros propios mundos es cada vez mayor. La propia tecnología opera a favor de un encierro autosuficiente, autoabastecedor, autoestimulante.
Se pierde espontaneidad al poder pensar y ensayar la respuesta antes de contestar. Favorece a la idealización del otro. A la proyección del Yo ideal. Porque en ausencia de un cuerpo, de una representación que sostenga a ese otro….con unos pocos datos se recrea de acuerdo a las fantasías e identificaciones propias.
Por otro lado, en la actualidad, hay una tendencia a la fragilidad en los vínculos, al “amor liquido”, como dice Zygmunt Bauman, en su libro homónimo: “Al comprometerse, por más que sea a medias, tal vez esté cerrándole la puerta a otras posibilidades amorosas que podrían ser más satisfactorias y gratificantes”…, un no querer perder nada… el ser humano esta ávido de relacionarse pero busca que estas relaciones no le resulten agobiantes.
Y estas es otras de las “ventajas de Internet”: son de fácil acceso y salida, ya que uno siempre puede desconectarse.
Algo se gana, algo se pierde.
* Maria Celina Ottonello es Lic en Psicología(UNLP)
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