4.8.08

LA LECCIÓN DE WALTER

Ayer dejó de existir Walter Diaz. Fué una noticia que conmovió profundamente a los albertinos a pesar de que se esperaba ese desenlace en cualquier momento.
Se conmovió un pueblo entero, ya que es una noticia que habla de la vida y la muerte...de los padres e hijos, de la familia, de los amigos... de lo mas sencillo y los mas profundo. De lo que realmente interesa.
Pero witi no se fue asi nomás... le dió trabajo a la parca. Se le cagó de risa varias veces en la cara, a pesar de que tenía claro cual era el final. La luchó duro, muy duro... Y les dejó a todos, los que lo conocían y no, una lección de vida.
Dió cátedra desde la vida misma y nos mostró lo que va a quedar de nosotros si algo queda en este mundo, y en nuestros hijos, y en los hijos de nuestros hijos.
Tenía 35 años vividos muy feliz con su esposa y sus dos hijas.
Un día se dió cuenta que tal vez no iba a vivir lo que el había pensado y partir de ese momento empezó a pensar y a planificar que podía dejarle a sus seres queridos antes de morirse. Es una pregunta que todos nos hacemos en algún momento de la vida. Hay veces que tratamos disfrutar cada momento de la vida pensando que podrían ser los últimos momentos.
En algunos países se les pide a los profesores que den una clase a sus alumnos con ese criterio.
No importa si son profesores de geografía o computación. Les piden que transmitan un legado. Que dejen una herencia de vida. Que les digan a sus alumnos que es la vida y como se puede disfrutarla con mas plenitud. Cómo se puede ser mas feliz, que en definitiva es una de las grandes preguntas que a todos nos gustaría saber responder y que tiene tantas respuestas como seres humanos hay en el mundo.
Walter dió esa clase a todos desde que supo lo que se vendría. Se las arregló para intentar dejar su marca para siempre en el corazón de sus hijitas.
Vivimos de diferentes formas, y así encaramos la vida...con frivolidad, pensando en lo material o dando crédito e importancia a los pequeños problemas de todos los dias que a veces nos hacen perder de vista las cosas trascendentes.
Walter tal vez sin saberlo, enfrentó todos los obstáculos que se le ponían delante. Pero obstáculos de verdad...y los tomó positivamente. Como un desafío. Como una forma de demostrar que a pesar de todo y de saber el final, había que meterle pasión para lograr ese objetivo: dejar a todos una lección de vida. Le dió un lugar de privilegio a los afectos, a los sentimientos por la familia y los amigos.
Y nosotros hoy, deberíamos aprender de eso. Mirar siempre lo que hace una persona mas que lo que dice esa persona. Tratar de escuchar lo que nos quiere decir el otro aunque ni siquiera nos esté hablando. Darle tiempo para que nos sorprenda y nos deslumbre con sus capacidades. Aprender a plantearnos algunas preguntas incómodas sobre nosotros mismos. Por qué hago esto que hago?. ¿Qué me impulsa a hacer tal cosa? ¿Cuántas veces les dije y les demostré a mis hijos que los amo profundamente? O a mis amigos. Son preguntas claves. Las que nos humanizan y nos hacen mejores personas.
Walter dejó varias lecciones de vida. Hasta se dió el gusto de demostrarle a un pueblo que puede reunirse para ayudar a alguien que lo necesita, sin miramientos de ningún tipo...y tal vez ahí se quedó tranquilo.
Me puso muy triste saber que Walter murió ayer, aún sin ser su amigo...apenas un conocido.
Me puso muy contento saber que pudo superar incluso el principal de todos los obstáculos: la muerte. Porque su última lección quedará para siempre.

Javier Lizarralde


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