8.7.11

CLARIN, SCHOKLENDER; GOEBBELS

*Por Adolfo Rocha (http://www.elinformanteweb.com.ar/)



Un viejo axioma del periodismo dice que, en la guerra, la primera víctima es la verdad. En la guerra mediática que enfrenta al grupo Clarín y aliados vs. el gobierno kirchnerista esta sentencia es doblemente cierta.



Para el universo comunicacional kirchnerista no son válidas las pruebas materiales aportadas por las investigaciones periodísticas respectos del accionar del ex administrador de la fundación de las Madres de Plaza de Mayo, Sergio Schocklender, y todo se reduce a una ofensiva mediática reaccionaria de quienes se apropiaron de medios de comunicación durante la dictadura, como lo expresara, palabras más, palabras menos, el canciller Timerman .


Para el universo de las “corporaciones mediáticas” la investigación llevada a cabo por las Abuelas de Plaza de Mayo, y profundizada por la justicia, respecto al verdadero origen de los hijos adoptivos de Hernestina Herrera de Noble - la propietaria del multimedios más poderoso de la Argentina – y la solicitud de un examen de ADN, es poco menos que un acto de persecución gubernamental hacia la “prensa libre”.


En ambos casos, el silencio o la información tendenciosa es el paradigma del tratamiento informativo. Se descartan las pruebas materiales que fundamentan toda nota periodística, particularmente las de investigación.


También en ambos casos, “el relato” de los hechos y su “efecto de verdad” o verosimilitud, suprime a los hechos mismos. Ya no importa la verdad, sino la idea que sobre determinados acontecimientos se forme en la mente de las personas.


Se llega al punto en que el significante se separa del significado: la ficción mediática no nos da cuenta de la realidad, sino que la suplanta, al mejor estilo del universo que describe George Orwell en “1984”.


En este estado de cosas, el ejercicio del periodismo como profesión carece de sentido. Se trataría tan sólo de escribir las mentiras que los amos dictan. La verdad – la limitada y contingente verdad periodística – se sacrifica en el altar de la “libertad de prensa” o del “proyecto nacional y popular”.


Todo bajo el supuesto – nunca confesado – de la gente tiene un cerebro vacío que se debe llenar con las verdades convenientes. Así, el “debate razonante”, que constituía la esencia de la democracia moderna para el filósofo alemán Junger Habermas, se transforma en batalla en la que se aplican las reglas de otro alemán – de triste memoria -: el ministro de propaganda de Adolf Hitler, Joseph Goebbels